23 diciembre 2012

A Llella


De haber sabido que aquél sería nuestro último abrazo, creo que nunca hubiera despegado mis brazos de los tuyos… te soñé joven, sin apenas arrugas en tu rostro. Quizás sobrepasarías los 60 años. Tu cabello, oscuro. O al menos, así pensaba yo aún que era. Te soñé alta, esbelta. Alegre. FELIZ. Sí, así puedo resumir el recuerdo de nuestro último abrazo. Estabas realmente feliz y contenta. En aquel momento no era consciente de la última vez que habías reflejado tanta plenitud y dicha. La imagen tuya que encarnó aquella noche mi sueño, era la misma imagen que tenía de ti cuando era una niña. Tan matriarcal como siempre. Y en aquella ocasión, irradiabas la misma luz de entonces… una luz que, poco a poco, los años y la carencia de salud, se habían encargado de ir atenuando…

Pero no… tu luz aquella mañana era distinta. No puedo explicarlo con palabras… es complicado describir las sensaciones. ¡Estabas radiante! Y no pude menos que sentirme feliz por ti.

Me dijiste que te marchabas de viaje. “Un viaje largo”, añadiste. Y yo, inocente, te deseé “que lo pasaras muy bien”, “que tuvieras mucho cuidado”, y sobre todo, “que disfrutaras”. Es curioso, en mi sueño intuí que te reunirías con Llelle en algún punto de tu itinerario, y que, una vez juntos, seguiríais viajando a no sé dónde… En mi sueño, Llelle no estaba. Desconocía su paradero. Pero no estaba.

Y entonces, llegó tu abrazo. Querido, sincero, puro… Al abrazar tu cuerpo, sentí tu espalda huesuda, tan característica, y tus brazos delgaditos, y tan acogedores… Y me distes muchos besos, tantos como los que yo te di. Sentí tu cuerpo caliente, lleno de vida, pleno…

El sonido del teléfono me hizo repentinamente abrir los ojos. 6:10h de la mañana.

-         - ¡Miriam…!

-         - Aurora… Ya se ha ido Llella…

Se cumple hoy un año de tu partida y te echo tanto de menos, Llella… Te sigo recordando, te sigo queriendo… y te sigo sintiendo.

Descansa en paz.